miércoles, 11 de junio de 2008

La persistencia de la memoria.

Entre todas esas plantas, llenas de flores de recuerdos. Desbordante de pimpollos con ganas de florecer. Saboreando con los ojos las lejanías ya dejadas, en aquella punta de rincones ya guardados.
Forzando las formas con precisiones por no derramar los pequeños cristales. Sosteniendo con fuerza el cuerpo perpendicular al piso. Con la desnudez de los pies acariciando la tierra.
Blancos contornos que resaltan aquellas hojas de mis plantas. El suave cantar de las voces de aves que jamás ví o escuché.
Este, es el lugar más hermoso. Y yo solo estoy aca porque estoy a punto de morir. Delicadas gotas de mi esencia se arrastran por mi cuerpo hasta llegar al, ya formado, charco de reflejos rojos entre tierra y pasto. El puñal ya no se siente, a pesar de estar ahí.
Todo mi alrededor está repleto de esas flores tan hermosas, tan divinas y llamativas. Blancas, rosas, rojas, negras, grises... Inocentes, intactas, intangibles, perfectas.
Mi cuerpo me pesa. No puedo caer. Cerrando los ojos, la eternidad se apagará. Mis tiempos seran infinitos. Esta memoria no morirá.
Acá me quedo. Y me mantengo de pie.
Recordando... Los relojes se derriten.