jueves, 22 de enero de 2009

En la mira

Ascensores que suben y bajan. Llenos de espejos que nos multiplican.
Y subiste, y bajaste. Y volviste a subir, pero yo corté el cable.
Para mi, caíste al vacío. Para vos, solo estás en el subsuelo.
Tarde, no sirve. Temprano... Ya no hay tal cosa.
En aquel campo embarrado, repleto de gente sin caras, me ví sin escapatoria.
Viniste corriendo a través del tumulto, para alcanzarme, y ponerme en la mira. Viniste a matarme.
Escapé por escaleras de rocas, escondiendome entre aguas y sales. Y me alcanzaste.
Los nervios contraían mis músculos. No podía ser cierto. Lo niego y empieza de cero.
Campo nuevamente. Y barro por todos lados. Una casa a medio construir, con gente que alguna vez en la vida crucé.
Pasillos interminables, de ladrillos rotos y ventanas sin vidrios.
Aparecés una vez más, y vuelvo a ser el blanco de la mira.
Escapo de nuevo, y me escondo entre aceros oxidados. Alguien me abraza, alguien que no está ahí. Y me ves. Y vuelvo a empezar.
Campo una vez más. Y gente con bolsas en sus caras. Y barro, y suciedad.
La luz roja, me vuelve a apuntar. Y venís de nuevo, corriendo hacia mi.
Me doy vuelta y me deslizo entre tierras húmedas hacia otra superficie. Otra vez, me abrazan sin estar.
Me mirás desde arriba, me mirás amenazante. Y es ahí cuando lo entiendo. Sí corro, avanzás. Si me acerco, retrocedés.
Subo nuevamente, lo acepto. Ya morí más de una vez.
Parados los dos, enfrentados. Nos miramos a los ojos, y te digo: "Dispará"...
Te enfrenté. Y ahora el que muere sos vos. Ya no me afectás.

Y amanecí sonriendo.