miércoles, 27 de octubre de 2010

De política, de dudas y de ex presidentes...

No soy una fanática de la política. Y tengo que admitir que en estos últimos tiempos, me he desligado bastante. En alguna época estuve mucho más interiorizada en todo. Y hasta participaba. Claro, participaba hasta donde te lo permite un centro de estudiantes de secundario, o quizás podría decirse que también pararme delante del colegio y dar algunos discursos era una forma de participar. De todas formas, quizás eso lo vea más como una manera de transmitirle algo a varios pibes que bastante perdidos estaban con respecto a ciertos temas, históricos más que nada. Ya cuando yo era piba los pibes no sabían nada de nada. Y ahora que lo pienso un poco, a estas alturas el término "política" aplicado a nivel nacional y haciendo referencia a la toma de decisiones que implica, no sé si se ocupa tanto de esos aspectos. Entonces, podemos decir que en realidad, nunca hice nada con respecto a la política.
Y hoy, tengo que decir, que presiento que se viene un grandísimo escenario de nuevo. Pero esta ya es otra obra, aunque mucho tenga que ver con la anterior. Digamos que considero una cagada al hecho de hoy. Y dando vueltas por algo un poco más allá de eso, se me vienen muchas dudas a la cabeza. Quizás la principal de todas esas dudas sea la que menos me califique como una buena persona, aunque más de uno debe preguntárselo. Entonces: ¿Y Carlos Saúl, para cuándo?

martes, 26 de octubre de 2010

De trenes, de salvajes, de pies limpios y de agua de río

Cuánta gente parecida a otra gente vi hoy en el tren. Pensar que todos funcionan de la misma manera. Mucha gente que ve tan poco, y mucha otra que ignora tanto.
Por algún motivo recordé a aquel salvaje. Ese que iba sin camisa y con barro en los pies. Y ya está domesticado. Pensar que todo funciona por un mismo capricho.
Por algún otro motivo, ya no me acuerdo tanto del que ni siquiera sueña con ser salvaje. Siempre tuvo los pies limpios.
Y yo extraño la desnudez de pies y bañarme con agua de río.
Cuánta gente parecida a tanta otra gente.
Ser humano, bicho raro si los hay...

Ese que pasan a la noche y bailan y qué sé yo...

Supongo que debería alegrarme de verlos reir. No sé. No estoy segura. Pero veo toda esa escena: risas, golpes de puño cerrado contra la mesa, sacudida de brazos, revoleo de pies. Carcajadas, puras carcajadas.
Supongo que debería alegrarme de verlos reir. Pero, muy lejos de eso estoy. Es que yo les juro que ese programa me causa tristeza, así como también todas las producciones que vayan de la mano con eso.

viernes, 22 de octubre de 2010

Total..., tenés tiempo de sobra

Cada día es todo más simple. Cada día la gente se vuelve más idiota y dependiente. Y ya existen cacerolas con lucecitas que te avisan cuándo el agua hierve. Hay aparatos que te sacuden los músculos con electricidad, así ni siquiera tenés que molestarte en hacer algo.
¿Cómo puede ser..., cómo es que..., qué carajo...? Es que me genera ganas de hacer tantas preguntas retóricas que no puedo ni..., nada. No sé. No lo llego a comprender.
¿De qué te sirve hacer todo tan rápido? ¿De qué sirve tener todo tan servido? ¿Te ahorra tiempo? ¿Y con ese tiempo qué vas a hacer? ¿Vas a trabajar más? ¿Vas a estar más tiempo conectado? ¿Vas a poder, no sé..., mandar más mensajitos de texto?
Quizás y solo quizás, lo que ocurre es que yo soy una persona que disfruta de ciertas cosas simples. Y bueno, no tengo ganas de que cada objeto sea capaz de encargarse de hacer todo por mí. No me molesta chequear el agua a ver si ya está para poner los fideos, por ejemplo. No me molesta ir al gimnasio y hacer ejercicio. Por el contrario, son cosas que disfruto. Son ratos que me los puedo tomar para mí. Así como cuando me tiro a leer un libro, o me siento a escribir en mi cuaderno, o me pongo a pelotudear con la perrita.
Si te lo ponés a pensar, en definitiva, uno termina por ser un inútil. Y el ser humano termina por ser subestimado por el propio ser humano.
Hay cosas que, realmente, no tienen razón de ser. Creo que eso de querer simplificar todo ya se nos ha ido de las manos. Entonces, uno ya podría preguntarse qué gracia tiene todo esto.
Y es que..., ¿para qué querés vivir tanto tiempo si podés hacer todo tan rápido?

jueves, 21 de octubre de 2010

Pánico y siembra

A veces veo todo como si fuese un grandísimo escenario. A veces, asumo que es todo un plan macabro. Tanta gente que planea, organiza y hace negocios con lo que pasa todos los días. Y tanta otra gente que ni puede llegar a razonar un porqué de cada cosa que le pasa todos los días. Como obra literaria —entendiéndose por ello, también, como cinematográfica y/o teatral— podría ser estupenda. Y es que Buenos Aires es salvaje y más aún, las mafias que la componen.
Se siente como si el aire se hubiese hecho espeso. Curiosamente, el clima se adapta a las circunstancias. Se aproxima una especie de colapso, se puede sentir el aroma a colapso.
A veces se ve todo como si fuese un grandísimo escenario. Quizás, en ese momento, alguien decide que, para mantenerse dentro de los planes fríamente calculados, es necesario hacer un sacrificio. Y entonces un dedo aprieta el gatillo, la bala se dispara y un cuerpo cae. La ciudad se paraliza una vez más. Ya ha pasado. Seguramente vuelva a pasar. El plan se mantiene, el sistema funciona. Pueden volverse muy turbios los buenos aires.
El caos. En algún momento llegará el verdadero caos, total y completo. Y todos lo esperaremos, ansiosos por el cambio. Pero..., ¿no les da un poco de miedo?

domingo, 17 de octubre de 2010

El día D

Los domingos me gusta darme algún que otro gustito particular.
Digamos que la semana llega a pesarme un poco. Y por más fisura que pueda llegar a pintar un domingo —haciendo referencia a dicho peso—, un gustito da para darse. En mi casa suele ser un gusto hasta te diría compartido.
Al mediodía hay pastas, por lo general, rellenas; después hay algún postrecito —en ocasiones como las del día de la fecha, suele ser uno interesante— y al ratito un cafecito molido. Durante toda la tarde, cada uno en la suya. Suele darse que naturalmente "en la suya" se vuelva "en las nuestras" —que pueden ser muy divertidas—. Y a la noche se cena lo que sobró del mediodía, siempre y cuando se tenga ganas. Nadie se ocupa de la cena.
Esa sensación de domingo en mi casa me genera como una dosis de onda en el ánimo. Entonces, por más fastidioso que pueda transformarse un domingo, pienso: "al fin y al cabo fue domingo".
Bueno, y nada. Colgué con el domingo. Ponele que si se tiene que venir alguna al mejor estilo "Apocalpsis", mataría que fuese un domingo.

jueves, 14 de octubre de 2010

A esas alturas

Muchos se han sentido identificados. Muchos otros les han puesto cara —una cara redonda al parecer—. Podríamos decir que sería fácil identificarse, y también podríamos admitir como una posibilidad la puesta de cara —redonda, claro—.
Cada una de ellas es persona, y asumo que toda persona podría sentirse, en algún momento de su vida, de la misma manera que se mostraron ellas cuando las presenté.
Aprovecho esta oportunidad para aclarar que yo no soy ellas. Yo no soy Sole, tampoco soy Luci Dulci, tampoco soy Clemen y tampoco soy Vicki. En algún lado lo aclaré: las entiendo, sé de lo que hablan, comprendo qué les pasa y cómo se sienten; pero no soy ellas.
Cada una tiene su historia y sus motivos. Cada una se plantea las cosas de una manera un tanto horrible y otro tanto melancólica. Quizás, y por lo que puede extraerse de cada texto, eso sea lo único que tengan en común.
Tengo que decir que las considero particulares personajes. Pero más particular que ellas, fue aquél día...
Aquel día había sido uno de esos en los que la ciclotímia del clima da por resultado el paso de lluvia a sol y de sol a lluvia apróximadamente cada diez o quince minutos. Podríamos decir que, finalmente, ganó el ánimo de verano, más o menos, a eso de las siete de la tarde.
Todo pasó en una esquina. Un cruce de cuatro caminos que, si bien de distintos puntos de partida y de distintos destinos, algo tienen que ver entre sí. Y no sé si me refiero a las calles.
Podría describir hasta el más mínimo detalle de todo ese escenario. Pero no quiero irme por las ramas. No quiero decir nada de aquella casa de colores de otoño; o de la que la enfrenta con paredes de ladrillo; o tampoco de la otra casa blanca con la pintura descascarada; y por ende, tampoco de aquella otra a medio construir y a medio abandonar.
Y en ese mismo orden venían ellas. Soledad, por la cuadra que bordeaba el lado derecho de la casa otoñal. Luci Dulci, por la vereda derecha de la casa de ladrillos a la vista. Clemen, por la derecha de la casa de descascarada pintura blanca. Y finalmente, Vicky por el costado derecho de la casa a medio construir y a medio abandonar.
Como si esto fuese ficción, como si se lo hubiese ensayado, las cuatro caminaban a la misma velocidad y direccionadas hacia el mismo destino: el cruce de las dos calles de las cuatro casas. Entonces, lo particular se hace presente en el instante en que las cuatro llegaron a las correspondientes esquinas y frenaron. Y la ciclotímia del clima volvió a desparramar unas cuantas gotas de lluvia.
A esa altura de las circunstancias, y mirandose las unas a las otras, todo se mostró muy claro, como si para cada una de ellas, las otras tres representaran un espejo de alguna realidad. Hubo un trueno ensordecedor.
Entonces, Soledad quiso estar sola. Lucía Dulcinea quiso dejar de respirar. Clementina no sintió ni una culpa. Y Victoria no se sintió un fracaso.

sábado, 9 de octubre de 2010

Este sábado parece domingo

Que de vez en cuando está bueno sentarte a jugar al ajedrez con tu enemigo.

Digo, por algo el otro tiene algo tan importante como para que puedas titularlo tu enemigo.

Ezboso de algún que otro cuelgue

No sé en qué parte de los números podría caber semejante definición. Realmente, no tengo ni la más puta idea. Pero ponele que se pueda... Y ahí sí, yo creo que te diría que, tampoco sé si yo lo denominaría de esa forma —considerando en este momento que todavía no pasó ni la mitad del tiempo en esta condición—; sí lo definiría como un plan indefinido de buenaondez.

lunes, 4 de octubre de 2010

Victoria se siente un fracaso

Victoria tiene planes, tiene ideas, tiene ganas. Es una reciente mujer —ya no se considera chica— con bastante potencial.
Vicki tiene muchos recursos, pero las circunstancias no la dejan avanzar. Y eso la cansa. Victoria está cansada.
—A esta altura, yo debería estar en otro lado —susurra cuan si fuese un suspiro de resignación que da mientras se desploma en su cama de plaza y media.
A la hora de dormirse, ella repasa su día y saca la cuenta de todas las cosas que hizo para ver si puede dar un paso adelante en sus planes. Lamentablemente, todas las noches se ve obligada a llegar a la conclusión de que sigue en el mismo lugar. Para Victoria el tiempo pasa, la que no pasa es ella.
Un suspiro nocturno es capaz de convertirse en llanto. No tanto llanto, dos lágrimas son suficientes. Victoria piensa que llorar más de dos lágrimas es perder tiempo valioso. Victoria necesita saber que, aun dormida, sigue peleando.
A Victoria le quedan cada vez menos ganas y cada vez más deseos. Los deseos no son suficientes y Victoria se siente un fracaso.
Todas las mañanas cuando abre los ojos, piensa en nuevas ideas y se promete con ansias que esa misma noche se podrá tachar algo de la lista. Pero eso no pasa. Victoria quiere tachar listas y solo puede tachar horas.
Victoria realmente tiene ganas pero, a su criterio, eso es todo lo que tiene.