lunes, 26 de septiembre de 2011

De suicidas

El suicida que más me inspira al suicidio estuvo en mi lugar preferido para suicidarme.
El mayor suicida me asesinó en el piso. Y se comió mi cuerpo entero.
Eso pasó después de que el ácido de las paredes haya consumido la casa y a todos en ella.

Mi casa de ácido

Mi casa está emrujada, las paredes están hechas de ácido, las luces son de colores y todas las habitaciones tienen las puertas abiertas y no tienen ventanas.
Mi casa está embrujada. El piso podría ser de lava. Y hay rincones llenos, repletos, desbordantes de espectros que nunca vi.
La casa está embrujada. No tiene muchos muebles y los pocos que están no tienen puertas ni forma de que los abran. La casa tiene ojos y boca y podría comernos a todos nosotros. Porque tiene vida y está embrujada. Las paredes son de ácido y derriten miles y miles de historias.
La casa tiene algo, les digo, adentro el tiempo pasa volando y en todas las piezas se escuchan ruidos.
Mi casa está embrujada y es un círculo gigante. Constantemente se arma y se desarma y a mi paso aparecen y desaparecen sus millones de fantasmas.
La casa me comió, me masticó todo el fin de semana, me escupió el domingo y el lunes me volvió a engañar con su normalidad.
La casa me embrujó; otra vez nada terminó y esta no sería la primera vez. Tampoco la última.