domingo, 21 de octubre de 2012


¿Quién soy? Yo soy yo, ¿y vos quién sos? Sos yo. Sos la representación de mí que ven los demás. Y yo soy la concepción que los demás tienen de mí. El yo que está en mi mente. El yo que está en la mente del resto.  El yo que se hace de lo que el resto cree o asume de mí. El yo que un poco nace de muchas cosas que vi, de muchas cosas que escuché, de muchas cosas que leí.El yo que se muestra, el yo que se esconde. El yo que siente un vacío y que no puede evitarlo. El yo que entiende el vacío. El yo que busca el sentido. El yo que siente, el yo que vive para sentir. El yo que escribe esto y mil cosas más.
Y son yos todos diferentes, pero cada uno son las partes verdaderas de Ivana Andrade.
Y de la misma manera que ya me ha pasado con muchos otros personajes (de libros, mas que nada), me encariñé. Y ahora yo soy un yo con un poco de esa melancolía que me invade por tener que dejar atrás a Misato Katsuragi.


Y yo seré todos esos yos, pero vuelvo a dejar en claro que mi cabeza no es mía, es patrimonio de los seres de adentro...

jueves, 18 de octubre de 2012

Fargemento de El comienzo del fin

"No importaba que el mundo pareciera seguir obstinadamente fijo en sus antiguos ideales, en su concepto tradicional de la guerra, el heroísmo y el honor, y que toda voz de verdadera humanidad sonara más lejana e irreal que nunca. Todo esto era tan solo superficie, lo mismo que los fines exteriores y políticos de la guerra. Bajo ella, en lo hondo, se formaba algo nuevo. Algo como una nueva Humanidad, pues había muchos hombres, y alguno de ellos murió a mi lado, para los cuales era ya evidente que el odio y el furor, la matanza y la destrucción, no se hallaban ligados a los objetos. No; los objetos, lo mismo que los fines, eran puramente casuales. Los sentimientos primordiales, incluso los más violentos, no iban contra el enemigo; su obra sangrienta era tan solo una irradiación de lo interno, del alma disociada y dividida, que quería enfurecerse y matar, aniquilar y morir, para nacer de nuevo. Un ave gigantesca rompía el cascarón. El cascarón era el mundo y el mundo había de caer hecho pedazos".

Herman Hesse. Demian

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ene e ele

Cada vez que vengo a decirte algo, me quedo muda. Y me niego a enmudecer mis letras para vos; vos que me querías letrosa. Ay, ay, y yo te quería vivo. Pero no, no te reprocho, no te reprocho nada porque de nada sirve torturarte si no estás. Y no, no te grito nada porque tengo miedo de que te vayas de acá, de mi cabeza, que no es mía, que es patrimonio de los seres de adentro. 
Y vení, quedate. Quedate acá. Vení, atormentame, volveme loca. Pero quedate acá. Haberte visto tieso, haber sentido el frío de tu frente chocando contra el calor de mis labios aquel febrero tan gris...
Vení, volvé. Tapame los ojos y preguntame quién sos. Susurrá mi apodo repetidas veces y después decime que me querés. Por favor, volvé. Rearmate. Volvé y hacé maldades. Iluminanos con verdades nefastas. Decinos todas tus sinceridades brutas. Recomendame películas. Decime lo que querés ser cuando seas grande. Animame a seguir tocando el piano, aconsejame tocar fuerte para escuchar bien mis propios errores. Imitanos a la tía Alicia. Pedime consejos sobre chicas o decime que te traduzca el lenguaje femenino. Correme, perseguime. Explicame algo de fotografía. Pedime aliento; que todo el drama que me hago, me lo hago porque no me ves. Dedicame un libro de tus preferidos. Pedime unos mates, decime que me extrañás o que me cuide mucho si salgo por ahí. 
No suelo pedirte nada, trato de no pedirte presencia, no suelo reclamarte pulso ni respiración, mucho menos integridad física. Pero este es mi momento egoísta. Esta es mi vida y estas son mis ganas. Y si yo respeto las tuyas de deshacerte en unas vías, entonces vos respetá mi llanto en silencio, mi llanto a escondidas. Y te quiero, y te extraño. Y quisiera que estés acá. Por favor, quisiera que estés acá; porque este simbolismo trucho no me va. No me alcanza. Y lo único que me queda es esto, el simbolismo y mis ganas y tu ausencia, y el recuerdo de lo que fuiste y de lo que dejaste en mí. Tu foto en mi pared. Tu voz en mi cabeza, tu imagen en mi mente. Y la bocina del tren. Y no me alcanza, te digo. No es suficiente; porque quisiera abrazarte y que mi frente quede sobre tu pecho, mirarte desde abajo y decirte lo tan alto que me parecés. Reite fuerte y deslumbrame con tu sonrisa perfecta. 
No te vayas más. No lo vuelvas a hacer. Ya me sacaste tu presencia. Ahora dejame tu recuerdo, que se seque con mi mente, que se marchite conmigo. 
Te quiero una barbaridad.

Ñom.