No puedo escuchar tus gritos, pues los tapan los míos.
Y cada día tengo más menos ganas. Y menos voz.
Y vos, ya no sé qué mensaje dejarte. Y el mensaje no es mío.
Lo mío es mi mano, y los gritos.
Y no, no puedo darte mi mano, porque es mía. Y me tapa los oídos.
La que no es mía es mi cabeza. Es patrimonio de los seres de adentro.
Se golpean y se queman, y se quejan y gritan. Gritan.
Entonces, no puedo ayudarte, porque no escucho tus gritos.
No puedo escuchar tus gritos, te dije. Los tapan los míos, y tampoco son míos.
La que sí es mía es mi mano, y no te la doy, no se la doy a nadie.
Es mía y es lo único que tengo, sin olvidarnos del frasco con aire.
Y cada día tengo más menos ganas.
Y menos voz.
Más oídos.
Menos vos.
Y menos voz.
Más oídos.
Menos vos.