miércoles, 30 de enero de 2013

De febreros y de noviembres

Me siento chiquita de nuevo. A un paso de febrero y juro que quiero que no llegue, que no llegue, que no llegue. 
Me siento chiquita de nuevo, como cuando le tenía pánico (ahora solo me causan horror) a las cucarachas; en noviembre mi casa se llenaba de cucarachas. Y mi mamá no tuvo mejor idea que decirme que noviembre era el mes de las cucarachas. ¡Que no llegue noviembre!, me decía a mí misma, para adentro, y a veces se me escapaba el susurro. Antes de dormirme lo rezaba en suspiros, una y otra vez: ¡Que no llegue noviembre! Después, crecí. Las cucarachas aparecen en cualquier mes en el que el clima las acompañe y yo ya no les tengo pánico, solo me causan un poco horror. Y noviembre se volvió normal. Ni ansiado ni ahuyentado. Simplemente un mes más. 
Y ahora llega febrero. Funesto febrero. Fúnebre febrero. Y siento que no sé si quiero que llegue. Inevitable es que venga, que llegue, que se quede por unos días. Por suerte febrero es corto. Pero no deja de ser fúnebre. Y gris. 
Y desde aquel febrero te ganaste la residencia permanente en mi cabeza. Te ganaste la eternidad en mi mente, solo hasta lo que dure mi mente. 
Lo malo de febrero es el recuerdo. Pero..., por otro lado..., no necesito de febreros para recordarlo. 
Y va a llegar, y voy a recordar, y va a ser inevitable. 
En algún momento creceré, y la llegada del mes me será indiferente, no así el recuerdo. Pero siempre será funesto. 
Febrero siempre será gris.

martes, 15 de enero de 2013

De cosas y más cosas que nacen de las otras cosas

De cosas y cosas, y de cosas con más cosas. Y después de esas cosas, vienen otras cosas. Y más adelante de eso, hay más cosas con otras cosas más. 
Y me digo y me cuento, y me repito y me vuelvo a decir..., que no hay verdades absolutas. De ahí salen las cosas. Y después me acuerdo de lo que me tengo que acordar..., que el amor es egoísmo, que vivir es sufrimiento; y que de todas esas cosas que tienen y llevan y conllevan otras cosas nacen las no verdades absolutas. 
Y me digo, me repito, me cuento y me vuelvo a decir..., que una de las cosas (de todas esas cosas) más difíciles de hacer es ser libres. Y todo el tiempo me recuerdo que tengo que ser libre. 
Cuando me invade el amor o el egoísmo, como le guste a usted decirle; cuando me lleno de ganas de vivir o de sufrir, como prefiera usted llamarlo..., es en ese momento cuando recuerdo y me digo y me cuento y me repito y me vuelvo a decir que tengo que ser libre, tengo que ser libre, tengo que ser libre, tengo que ser libre. Tengoqueserlibre. 
Y espero y anhelo y deseo que mi idea de ser libre no me aprisione, porque de tanto amor que siento por mí, por ellos, por todos y por mis ideas, ya estoy llena de cárceles. Y tengoqueserlibre, tengoqueserlibre, tengoqueserlibre. 
Y después respiro, y me calmo, y no me digo más nada, y no me repito más nada, y me quedo en silencio y sigo sufriendo tranquila, digo, viviendo tranquila (o como más le guste a usted decirle), y por supuesto, me siento más liviana. 

domingo, 6 de enero de 2013

Las preguntas

Las preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Solo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.

Milan Kundera. La insoportable levedad del ser