lunes, 3 de abril de 2017

Introspeccrítica

Ya me comí
despacio y con ansias 
todos los mocos 
e ideas rancias
que alguna vez 
con antojo
junté y escupí.

Ya me tragué
saboreando contenta
con sonrisa auténtica
todo el bolo de hambres
que ingerí y sin saber
ni aprender a digerir
apresurada vomité. 

Ya me mordí
tres veces la lengua
y ya expulsé
con prisa y sin tregua
alardeando cordura
seis kilos y medio
de sabiduría madura. 
¿Y ahora qué?

Ahora quisiera
volver a aguantarme,
sin vivir en sordera 
ni esperando quedarme.

Ya me quedé 
intacta e inmutable
ante las chillonas
y rastras chisposas
metálicas y poderosas
del gigante que pasa
por al lado del andén.
Sin temblor de rodillas
sin espasmos de pecho
sin el peso pesado
del vacío acumulado 
que me dejó tu resto
sombrío y congelado.
¿Y ahora qué?

Ahora podría
volver a mirarme
y decirme, austera
y sin mimarme 
que ante todo soy nadie
y que mis ojos no se llenan
sin la luz ni el abrigo
de mi propia condena
que no acusa tu alma
y no salva la pena. 

Ya me atraganté
entre hambres y flores
de un millón y dos tercios
de justificaciones
y aún así no hubo huecos
que llenaran el pecho
de orgullo y sabores
de parte de aquellos 
que tienen
sueños y colores. 
¿Y ahora qué?

Y ahora, quizá
en una de esas,
como quien acusa proezas
debería marchar
a escupir, 
vomitar,
comer y cagar, 
sin volver y asumir 
que la mierda es vivir. 

Y ahora que vuelva
el pánico escénico 
el repleto espacio
vacío de cuerpos 
de pensante y escéptico
de quietud y vaivén 
que sonroje mis mejillas
de temor y placer
con el temblar del dúo 
separado de rodillas
ante el paso mudo 
del metálico que arrastra 
sin piedad y cuan mantra
al muerto que canta
abajo del tren. 

Y ahora que
no exista 
ni se asome
el puto interrogante
que produje antes 
y al ego alimenta
y por dentro me carcome, 
o me llena de arrogancia 
o me quita los besos
o me tapa de ignorancia,
como aquel último verso
con cierre y apertura
con el que me adjudiqué 
ser pura cordura.