Espinas y agua

Se está a la defensiva porque se sabe y se siente que el ataque es inminente.
El yuyo malo nunca fue malo porque sí.
Instinto de preservación y lágrimas.
Y la soledad siempre fue relativa, a veces puede ser de la mejor de las aliadas.

Pobre febrero...

Febrero y el peso pesado del aire que no soy, en el que no estoy, del que no puedo comer. Febrero, y el agujero más grande y negro del mundo interior se exterioriza. Febrero sin brisa, ni prisa, ni rimas chotas que se sumen a este verso que ni siquiera es ni tampoco sabe ser. 

Febrero es siempre fúnebre, pero no por vos. Ya no hay mucho que gire en torno a vos, porque el polvo no genera campos de gravedad. Y tu anhelo fue ser polvo, así que allá vos y tu tierra. Ojalá te ponga contento que algún febrero te mande a la mierda. El problema es que tu peste me desempolva, y entonces la peste y la mierda soy yo, cuan fruta podrida sin madurar. Mi agujero soy yo. Febrero no tiene nada que ver. Pobre febrero. Con vos tampoco tiene que ver, porque seguramente siempre y todos estos años te fue indiferente en qué mes ibas a empezar a pudrirte. Y acá estoy, hace 6 años regalándote febreros a troche y moche, e intentando hace veinte no seguir parada en mis mismos pies; en los pies de ella; en los pies que me criaron sin criarme; en los pies que no se despegan de este piso flotante que lejos de flotar está arraigado a este suelo inútil. 

Febrero y la concha de las putas madres de los meses y los años. Febrero y el peso del aire... El aire que quisiera ser, el aire que quisiera que me contenga, el aire que me encantaría que me dé de comer... Febrero ya pasó. Siempre pasó, como todo, como nada; como cada forrada que me mandé, que me mando, que espero no mandarme. Todo ya pasó. Ya está, ya se fue. Pobre febrero... No le queda nada a febrero, más que desnudarse y meterse en el agua para no volver a salir ni necesitar más el peso liviano del aire. 

Pero febrero ya se fue. Para octubre quizás pueda morirme de nuevo.