jueves, 3 de febrero de 2005

A mente armada.

-Buenos días señor. Me gustaría comunicarle que le vengo a robar.
-¿A robarme?
-Así es, noto que me ha comprendido sin ningún tipo de problema.
-Pero, ¿Qué petende robarme? Si se fija con atención no tengo ningún objeto de valor, tampoco tengo dinero. No tengo nada que pueda interesarle.
-Es ahí donde se equivoca estimado señor. Usted tiene algo que me interesa y demasiado.
-No sé a que se refiere.
-Permitame explicarle. Usted tiene en su poder algo que me pertenecía, que sin darse cuenta, me lo quitó, y lo lleva siempre con usted.

El señor se miró en todos lados. Buscaba en sus bolsillos, tratando de encontrar ese algo, que esta persona le reclamaba. Se sintió mal al no encontrar eso que no le pertenecía y no poder devolverlo. Fijó la mirada en los ojos de la persona que esperaba recuperar lo suyo y dijo:
-Lo lamento, no creo tener nada que le pertenezca. Debe haberse equivocado de persona.
-No señor. No me he confundido. Es usted quien robó sin notarlo, algo muy valioso de mi ser.
-Pero digame, exactamente, ¿Qué es lo que le he quitado?
-Me ha robado algo que solía tener desde que nací. Usted me ha robado un gran sentimiento. Se ha convertido en mi sentimiento más grande, cuando tiempo atrás, en un cruce de nuetras miradas, se adueñó de mi amor. Y aunque ya no puedo recuperarlo, me presento ante usted para robarle el pensamiento. De este modo, yo no dejaré de tenerlo presente en el mayor de mis sentimientos, pero usted no dejará de pensarme. Y mi corazón se conforma con saber que estoy constantemente en su pensar.

No hay comentarios.: