martes, 24 de mayo de 2005

De Amores Y Muertes...

- No sé por qué recurrió a mí. No sé por qué se apareció esa noche de enero contandome aquella historia. De alguna forma sentí que confiaba plenamente en mí, pero por otro lado, solo vino a traerme problemas. No se confundan, lo quiero, lo quiero mucho, pero si tan solo él me quisiera no vendría a cargarme con estas cosas. Estas cosas que pueden dejar un trauma en cualquiera.
(La luz blanca penetraba en mis ojos y con dificultad veía la cara de aquella persona que esperaba que yo siga hablando).
- Lo cierto es que pocas veces recurrió a mí. Creo que me veía solo como una amiga para salir y pasar el rato. Pero cuando se apareció con esta historia, la verdad es que me costó creerlo. Traté de ayudarlo, de calmarlo, de hacerle entender que lo que hizo estuvo mal, no se justifica por nada, pero que lo hecho, hecho está y le dije que lo iba a ayudar en lo que sea necesario. Me arrepiento de lo último que le dije, fue lo que me hizo entrar en todo esto. No debí ayudarlo en la forma que me lo pidió.
(Él caminaba por toda la habitación gris, pude ver su cara. Sus ojos me culpaban, pero seguía esperando que yo cuente todo lo que sabía).
- Esa noche llegó a mi puerta desesperado, agitado, casi sin aliento. Me asusté de verlo así, lo hice pasar, le ofrecí té, y le pedí que me cuente qué le pasaba. Me contó todo, con lujo de detalles. Mi cara de asombro fue como pocas, ahí fue cuando le dije que lo iba a ayudar. De todas formas era difícil de creer, así que le pedí que me lo cuente otra vez. Y lo hizo, me dijo que estaban solos en aquella oficina, la luz era tenue, los escritorios llenos de papeles dejaban notar que el trabajo que estaban haciendo era complicado. La disputa entre ellos comenzó a raiz de un error de Andrés, mi amigo. No tardaron en llegar los gritos y reproches por parte de ambos. En cierto momento, el empresario que trabajaba con él, intentó sacarlo de quisio con un comentario sobre su mujer, el cual era cierto, dicho empresario y la mujer de Andrés tenían un romance. Andrés no lo soportó, y en ese instante, tomó el velador del escritorio más cercano y no dejó de golpéar la cabeza del empresario hasta que éste paró de moverse. El cuerpo lleno de sangre en el piso, papeles volados, desparramados, un velador ensangrentado y una persona desesperada que acababa de notar lo que hizo... Luego vino y me contó lo sucedido minutos atrás, y al hacerle saber que tendría mi ayuda, me llevó hasta aquella oficina, tomamos el cuerpo, lo cubrimos con una especie de bolsa, y lo colocamos en el baúl de su auto. Ni lo pensamos, nos dirijimos hacia un muelle, y atado el cuerpo a una gran roca lo arrojamos al río. No nos fuimos de allí, y observamos en silencio como el cuerpo de aquel guapo e inteligente empresario desaparecía en la oscuridad de las aguas.
(Hice un silencio. Luego proseguí).
- Esa noche, Andrés se quedó en mi apartamento, ninguno de los dos logró pegar un ojo. Cuando logré dormirme sentí que él se levantaba de la cama, pero no dí importancia, y a la mañana siguiente, cuando desperté, en mi almohada había una nota, se había ido, se había suicidado. Me lamenté mucho, pero no logré largar lágrima... De alguna forma la policía se enteró, y ese mismo mediodía me trajeron aquí, a confesar. Esa es toda mi historia oficial.
(Me llevaron a mi celda, dijeron que me tendrían allí durante un tiempo, hasta poder encontrar evidencias de que mi relato era verdadero).
- Pero, ¿quién sos?¿Qué tenés ahí?...¡Alejate de mí, no, no, por favor!...¡¡¡Oficial!!!

Aquellos gritos, aquellos reclamos de ayuda, esa forma de suplicar, eran de Claudia. Claudia, aquella mujer, amante de mi marido, la misma que llenaba aquel vacío en el hombre con el que me casé, ese vacío que yo nunca pude llenar, porque nunca tuve la oportunidad; la misma mujer que lo ayudó a ocultar el cuerpo de ese empresario, ese empresario que era mi amante, el mismo que llenaba ese vacío en mí, el cual mi marido, Andrés, nunca pudo llenar porque nunca tuvo la oportunidad.

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