sábado, 13 de febrero de 2010

Viaje al Campo de frutillas I, 9.ª entrega

Martes 09 de febrero de 2010


Estos días anteriores fue difícil llevarme bien con esto y con aquello. En alguna medida, ya sabía que podía ocurrir. Y era inevitable.
Hoy me siento mucho mejor. Será porque entiendo que me quedan pocos días de esta paz.


Desde el balcón miraba a un pájaro que se posó en la punta de la rama más alta que sobresalía de la copa del árbol. Aunque estaba a unos cuantos metros podía verse casi en detalle. Pancita amarilla, cuerpito marrón, pico negro y largo. Se quedó ahí un ratito, haciendo equilibrio. Otro pájaro igual se acercó. El primero cambió de rama y le dio su anterior lugar al segundo pájaro. Este segundo llevaba algo en el pico. Se lo pasó, de pico en pico, al primero. Éste lo sostuvo un rato y se lo devolvió al segundo. El segundo pájaro se fue. El primero se quedó unos segundos y después se fue volando en una dirección diferente a la que había tomado el segundo.
No sé exactamente qué moraleja me quedó de esa imagen. Supongo que debe haber mucho para aprender. Pero, estoy segurísima de que fue un momento hermoso. Para ellos dos, en su vida natural y cotidiana. Y para mí, ver todo eso.
Si de algo me doy cuenta es que en algún momento voy a querer ser un primer pájaro y poder tener la seguridad de que cuando llegue el segundo pájaro todo va a funcionar como debe de funcionar. Como la naturaleza lo indica. Y es que somos animales con razones.
Por ahora, solo quiero volar y posarme en la punta de la rama más alta que sobresalga de la copa de algún hermoso árbol y poder hacer equilibrio, aunque sea por un ratito.


No estoy enojada, para nada. En serio. Espero que seas muy feliz, porque sos una persona adorable.
Pero ya no espero nada. Y por más que espere, demasiado lejos estamos a esta altura.
Vamos por diferentes caminos. El mío es aquel, con pastos altos y árboles, por el que pocos van. El tuyo es aquella peatonal en el auge de la temporada.
Quizás algún día quieras visitarme. Y siempre te recibiré con los brazos abiertos.
Siempre fuiste una persona hermosa conmigo. Y te lo agradezco de todo corazón. Espero haber sido una linda compañía para vos.
Nos despedimos sin darnos cuenta. Y creo que por eso no lo disfrutamos.
Algún día nos encontraremos de nuevo. Y cada vez que lo necesites, conmigo podrás contar.
¡Espero que tengas una hermosa vida, mi alegría!

No hay comentarios.: