domingo, 15 de agosto de 2010

Instrucciones para continuar tranquilamente con una especie de vida

Y así decidís abrirle la puerta a la persona que más te partió al medio con solo unas palabras. Y a su paso, tirás pétalos de rosas, a modo de homenaje y a sabiendas de que no hay mal que por bien no venga.
En seguida, o incluso antes, conocés gente nueva y aprendés cosas nuevas. Detalles. Mínimos detalles.
Y finalmente, un domingo al mediodía en el que te toque ser la anfitriona del almuerzo familiar que consta, religiosamente, de pastas y café; ponés en práctica tus nuevos conocimientos. Al agua de los fideos le ponés una onda diferente y a la salsita le ponés algún condimento de esos que siempre quisiste ponerle a algo y nunca tuviste la oportunidad.
Experimentar, tanto en la vida como en la cocina. Y darle amor en forma de comida, que es el que más llega al alma, a tus hermanos.
Y entonces, ya está. Ya no importa lo que siga. Porque en la introducción más corta de la historia que me dio de él ya me enseñó algo nuevo.

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