miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mil veces lo dije

Podría yo decir mil veces que me suicidé y creo que de todas esas, solo unas pocas —me atrevería a decir que ninguna— usted podría entender de qué se tratan. Va más allá del sustantivo "suicidio" y va muchísimo más allá del verbo "suicidar" y de todas sus conjugaciones.
Yo puedo decir mil cosas que usted no podría comprender. Incluso podría darle un sentido equívoco. Y esto ocurre por una cuestión básica: poco y nada sabe usted de mi vida y de mis formas.
Y respondo: ¿cuántas? Bueno, que usted sepa, ninguna.
Uno más o uno menos, no importa. No hace diferencia. Pues usted sigue siendo para mí lo que yo dije que era, durante alguna mañana de sucesos inexplicables y casualidades absurdas. No malinterprete, pues aquello sigue siendo una verdad, así como también sigue siendo una atracción.
Podría usted decir mil veces mil cosas con respecto a nada o con respecto a todo. Y yo podría hacerme cargo o no. Jugar con las palabras es gratis, siempre y cuando nadie salga malherido.
Digamos que este texto no tiene razón de ser. Pues, yo podría hablar con mis formas y usted podría malinterpretarlo. O así, usted podría decir mil cosas y yo no hacerme cargo.
Yo no fui la que se desvaneció en el sueño. Solo dejé que usted pudiera respirar en paz. Eso no significa que yo haya muerto. Pero, entiendo que ya no importa. Quizás me hice cargo o quizás malinterpreté. Asumo que usted dijo que ya no importaba.
Las cosas se hacen de errores. Y por errores se deshacen, también.

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