miércoles, 3 de noviembre de 2010

De movimientos, de suspiros y de sudor

Nos acompaña la música y vamos al golpe. Paulatinamente, aumenta la temperatura de la piel. Se siente como un calor interno que se asoma de a poco a la superficie. Se siente como cuando uno se acerca al fuego, pero en este caso, teniendo el fuego adentro. Seguimos acompañandos de la música. Y de a poco, empezamos a sudar.
El cuerpo entero se entrega al movimiento. La respiración se agita cada vez más. De vez en cuando, damos besos húmedos que nos impulsan para seguir un poco más. El fuego interno se calma, pero en ningún momento se apaga. Y después del beso, instintivamente aumentamos la velocidad. Entonces, duele y se siente en todos lados el dolor. Duele, y se siente bien el dolor.
Las gotas de sudor contornean nuestros cuerpos. Suspiramos en busca de la bocanada de aire. Y nos secamos un poco la transpiración. Nos calmamos por dos segundos. Damos otro beso húmedo. Y la apasionada velocidad aumenta de nuevo. Duele y está bien.
La música no para ni un segundo, tampoco nosotros. Entre velocidades, calores y dolores, llegamos al punto máximo, que es ese en el que el cuerpo quisiera poder explotar. Es como si el mundo se frenara por ese instante. La música se pausa junto con nosotros que largamos un suspiro de total y completa paz.
La música vuelve a acompañarnos, esta vez con calma. Estiramos nuestros cuerpos y sentimos otra clase de dolor, también un lindo dolor. Beso húmedo y refrescante. Por último, un suspiro final antes de volver al mundo.
Y así es una clase de spinning.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajaja, boludaaaaa
te quedo lindo, boba...