miércoles, 25 de febrero de 2015

Mi pequeño eterno instante

El día que la fábrica de atrás explotó, no supe mezclarme con el viento. En ese mismo no-acto de ser y hacer, entendí que un instante y una eternidad son lo mismo. Y un agujero diminuto se hizo gigante.
El día en el que el caos matutino se desató y solo pude irme sola, tuve que verme volver sin mezclarme con el viento, sin mojarme por la lluvia y sin poder ver el sol.
Y el instante y la eternidad...
¿A quién le importa, entonces, si nadie te lloró? Y si solo fui yo..., solamente yo, la que derramó la llovizna sin sol. En un instante, tan solo un instante, tan igual a toda una vida, eterna y efímera vida. Perdón. Nunca fue culpa mía, pero perdón.
El día que la fábrica de atrás explotó, quizás solo yo lloré tu muerte. Y por más que la fábrica no explote, la lloraría mil y una veces. Es que es el agujero, ese agujero que crece en un instante, eternamente. Como vos, eterno, que sos sol y me dejaste siendo lluvia incapaz de mezclarme con el viento.
Perdón.

No hay comentarios.: