martes, 21 de junio de 2005

(Capítulo 4 Y Final)

Luego de eso, morí. Sin embargo, de alguna forma, podía verme desde otro lugar, atada a aquella pared, ensangrentada, con ella parada a mi lado y su arma letal en el suelo empapado en sangre. Seguramente sonriendo, con esa expresión que antes de ser asesinada me atemorizaba. Realmente no sé cual fue exactamente su expresión, ya que estaba detrás de ella. Sin emitir sonido, muy cuidadosamente, tomé el cuchillo, y apuñalándola por la espalda dije susurrando a su oído:
- Tendrás mucha maldad querida. Pero hace falta más que eso para derrotarme, y vos siendo yo, lo deberías de saber.
Estrujé con fuerza, con bronca el arma y al sentir su sangre, mi sangre, nuestra sangre derramarse, la satisfacción que quizás habría sentido ella alimentó mi orgullo.
Cayó muerta al piso, al lado de mi otro cuerpo. Ahora ya no había más ni mala, ni buena, era ambas en una sola. No reprimiría la maldad ni la bondad, sería simplemente yo. Con todos mis buenos y malos pensamientos y sentimientos dentro mio. El placer de ver los dos extremos de mi persona desangrados, era enorme.
Entonces, me desperté exaltada. Así, con un suspiro de susto me senté en la cama, los ojos bien abiertos, y sin dejar de respirar fuerte. Posé la mano sobre mi frente y traté de calmarme. La respiración se hacía cada vez más lenta, más suave, más tranquila. Cerré los ojos nuevamente y di un ultimo suspiro, como para ya calmar mi cuerpo. Miré a mi alrededor, había oscuridad, y una tímida luz que entraba por la ventana dejaba ver solo algunos rincones de la habitación.
Me acerqué hacia la mesa de noche, prendí el velador y tanta luz en mis ojos me obligó a cerrarlos por un momento, hasta acostumbrarme. Cuando logré adadptarme, caminé hacia enfrente de espejo, y quedé minutos mirandome. Ahora, la balanza estaría equilibrada.

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