lunes, 13 de junio de 2005

Miedo Infundado, O Pesadilla Por Fundar...(Capítulo 1)

Me desperté exaltada. Así, con un suspiro de susto me senté en la cama, los ojos bien abiertos, y sin dejar de respirar fuerte. Posé la mano sobre mi frente y traté de calmarme. La respiración se hacía cada vez más lenta, más suave, más tranquila. Cerré los ojos nuevamente y di un ultimo suspiro, como para ya calmar mi cuerpo. Miré a mi alrededor, había oscuridad, y una tímida luz que entraba por la ventana dejaba ver solo algunos rincones de la habitación.
Me acerqué hacia la mesa de noche, prendí el velador y tanta luz en mis ojos me obligó a cerrarlos por un momento, hasta acostumbrarme. Cuando logré adadptarme, caminé hacia enfrente de espejo, y quedé minutos mirandome.
Escuché ruidos en la planta inferior de la casa. Salí de la pieza, me asomé por la escalera, entre la oscuridad. El ruido seguía. No sabía bien de dónde venía. Miré hacia atrás mio, hacia la puerta de mi habitación, dónde la luz estaba prendida y sabía que ahí no había nada que pudiera asustarme o lastimarme. Pensé en entrar nuevamente, pero por otro lado, mi curiosidad, despierta por aquellos ruidos me insitaba a bajar y ver qué pasaba. Seguí dudando qué hacer durante unos minutos. La casa estaba sola, habitada por mí solamente, o por lo menos hasta dónde yo sabía. Entonces no entendía qué o quién era el causante de aquellos molestos ruidos, qué cada vez eran más fuertes. Cómo si algo a propósito tratara de llamar mi atención.
Y en mi mente la duda tironeaba a bajar la escalera pero el miedo no me dejaba mover el cuerpo. El valor me alentaba a bajar, me decía que yo podía hacerlo, yo podía enfrentar ese miedo. Pero el miedo no se movía, ni me permitía moverme.
El silencio se adueñó del lugar. Aquellos ruidos calmaron, ya no se hacían escuchar. Pensé en que ya había pasado todo. Cuando en un instante, pasos venían hacia mí. Aquellas escaleras estaban siendo pisadas por alguien, que se acercaba hacia mí en forma lenta y misteriosa.
La desesperación se apoderó de mi cuerpo y mente. No sabía dónde esconderme, qué hacer... Apagué todas las luces, y parada detrás de la puerta de mi habitación, mis suspiros rogaban que no sea encontrada. Escuché sus pasos, su respiración... Aquella persona ya estaba dentro de la pieza dónde yo, me encontraba oculta, llorando, suspirando. El miedo seguía dejandome inmóvil.

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