martes, 30 de noviembre de 2010

De fines de mundo y de lo que hace mucho no escucho

Soñé con un apocalipsis.
Uno de esos apocalipsis baratos con no muy buenos efectos especiales y con muertos vivos que no están muertos y que deambulan por la ciudad vestida en llamas.
Soñé con un apocalipsis de esos que dan lástima, que daba pena, que ni merecía semejante título. Y por todo y por nada, el mundo se descolocó.
Apocalipsis al fin, y como buen apocalipsis, cayó para romper todo, cayó cuando nadie lo esperaba, cayó a mitad de un día hábil, en el medio de la luz.
Entonces ya nada importaba. Hubo quienes sembraron el pánico, hubo quiénes se sembraron ante el pánico en un acto de desmayo, hubo quienes se desvistieron y fornicaron, hubo quienes colaboraron con la destrucción, hubo quienes saquearon locales y supermercados, hubo quienes se encerraron en templos y rezando esperaron el fin, hubo quienes se encerraron en sus casas y cerraron las cortinas, hubo quienes consumieron todas las drogas que pudieron, hubo quienes frenaron la corrida para ver la fornicación y luego se prendieron a fornicar. Hubo golpes, hubo gritos, hubo fuegos y ya no tenían nada que ver con la fornicación.
Un desastre de paisaje rojo y de clima caluroso. Vidrios rotos, papeles que en algún momento tuvieron una mínima importancia, autos dados vuelta y estampidas por doquier.
Y yo caminé, caminé y observé. Pensé que en algún punto yo lo sabía, sabía que todo podría irse a la mierda y que podría ocurrir en cualquier momento; sabía que pasaría y no sentí la desesperación. Llegué a un parque y un loco desconocido pero familiar estaba ahí, tirado en el pasto con sus extremidades completamente extendidas. Miraba hacia el cielo, lo veia arder. Me senté a su lado y lo miré, no dije nada, me acosté a mirar el cielo y verlo arder. Me miró, lo miré. Me dijo que la tierra se volvería cenizas y que la luz perpetua los iluminaría. Sonreí y le respondí: "Réquiem, de Mozart". Sonrió. Y después, como si dentro de todo hubiesemos encontrado la hermosa forma de ceder, en silencio y sonrientes, miramos al cielo, lo miramos caer.

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