miércoles, 24 de noviembre de 2010

Necesidad de falencia

En un rezar por rezar —ni yo lo llamaría rezar—, porque no rezo, nunca rezo, pues no creo en el rezo ni el dios ni en nadie de esa gente; supliqué aquella noche por esta mente y rogué ante la nada, testigo fue la nada, que me dé un respiro, un suspiro y un adiós. Y que me despierte algún ente barato en un acto de pureza y maldad, que hace tiempo que no siento el alma partida y las incontenibles ansias de pasar un largo trago amargo de inextricables sensaciones ambivalentes, todas y cada una de ellas ambivalentes. Y así ser el plato de algún hombre que carezca de motivos y razones; como el hambre, como la sed, como la mismísima vacuidad de un ser, mi ser.
Y falencia satisfecha.

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