lunes, 8 de noviembre de 2010

Pasa...

Que llegué a un punto en que no tengo ganas de escuchar siempre lo mismo. El ser humano tiene las capacidades de comprender y de hacerse comprender. No carece de ellas, justamente. Y si uno puede ser lo suficientemente humano como para aprovecharlas para decir pelotudeces, puede también entender lo que está diciendo y utilizar los métodos comunicativos que guste —de hecho hay tantas formas y tan veloces— para hacerlo. Si Fel pudo...
Que, ponele, hay muchas palabras que, y a esta hora tengo la total capacidad para afirmarlo, ya perdieron todo tipo de sentido o peor aún, están devaluadas. Primero me satura, me pone nerviosa, me genera bronca. Después, sinceramente, me deprime. Entonces, dejo de creer en cualquier concepto del estilo. Es triste, realmente.
Que me vienen a romper las bolas con qué te hace piola y con qué te hace un imbécil. Partamos de la base de que es enteramente subjetivo. Y en definitiva, habría que ponerse a la altura de la circunstancia.
Que tampoco busco generar ambigüedades. Y si hablo al aire, es solo por respeto. Pero no me vengan con sus pelos de punta y sus nervios a flor de piel a gritonearme sus razonamientos. No me jodan con prototipos de vida ni con consejos de cómo armarlos, si no estamos parados en el mismo lugar.
Que a esta altura del año y teniendo en cuenta el contexto general..., ya no me interesa. A mí, dejenme tranquila en mi rincón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos sentimos que caminamos a oscuras con las manos atadas.