domingo, 17 de octubre de 2010

El día D

Los domingos me gusta darme algún que otro gustito particular.
Digamos que la semana llega a pesarme un poco. Y por más fisura que pueda llegar a pintar un domingo —haciendo referencia a dicho peso—, un gustito da para darse. En mi casa suele ser un gusto hasta te diría compartido.
Al mediodía hay pastas, por lo general, rellenas; después hay algún postrecito —en ocasiones como las del día de la fecha, suele ser uno interesante— y al ratito un cafecito molido. Durante toda la tarde, cada uno en la suya. Suele darse que naturalmente "en la suya" se vuelva "en las nuestras" —que pueden ser muy divertidas—. Y a la noche se cena lo que sobró del mediodía, siempre y cuando se tenga ganas. Nadie se ocupa de la cena.
Esa sensación de domingo en mi casa me genera como una dosis de onda en el ánimo. Entonces, por más fastidioso que pueda transformarse un domingo, pienso: "al fin y al cabo fue domingo".
Bueno, y nada. Colgué con el domingo. Ponele que si se tiene que venir alguna al mejor estilo "Apocalpsis", mataría que fuese un domingo.

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