jueves, 30 de diciembre de 2010

Último de últimos

Desde el monitor con la patita de ganchito de carpeta incrustado en el botón de encendido para que el monitor no se apague —sin esa herramienta de precisión no se mantendría prendido—; pasando por la impresora que anda cuando quiere; o por la radio estancada siempre en el mismo dial; o los escritorios encerrados en estructuras de durlock pintadas de gris; o el enorme mueble lleno de biblioratos desbordados de papeles y de facturas y de certificados y de declaraciones juradas; o el estante portador de modem y de router que se desatornilló y se mantiene perpendicular a la pared por la fuerza y la voluntad de un florero; o la cortina que alberga a una araña que siempre se muestra cuando baja a almorzar a algún pobre e ingenuo mosquito; o las tres ventanitas rectangulares que se abren por la mitad; o el portero que acopla; o la interminable pila de papeles y de folios en el escritorio vecino; o el armario repleto de libros de actas y de facturas para devolver a sus respectivos dueños; o el cuaderno de resultados de IVAs; o el scanner que está hace diez años; o la computadora con DOS; o el fax, el maldito fax; o el cuaderno de claves; o toda esa gente que entra y sale; o los inspectores; y toda la manga de clientes con sus problemas contables por resolver; o todos los vencimientos; o...
Hasta el espejo que adorna el fin —o el principio— de la escalera.
Todo eso. Estoy segura de que no lo voy a extrañar.
Muchas gracias y todo muy lindo pero hasta luego, estimada oficina.

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